Chile todavía un paraíso

A CONFIRMAR

Chile todavía un paraíso

Margarita Aguirre, Isabel - Cereceda, Pilar

BIENVENIDOS A NUESTRA TIERRA QUERIDA   A través de este legajo de retratos de un país abren el corazón y los ojos a los seres y a las cosas de un territorio, escenario magnífico digno de ser amado y cuidado. En vida, imagen, color y luz, Chile conserva pinceladas del palpitar inicial, cuando el hombre no irrumpía aún en las fronteras para luego dibujar su quehacer, a veces con sombras. Mucho de ello ha sido cosechado por el ojo creador de un puñado de artistas, quienes nos ofrecen sus descubrimientos por medio de la fotografía. Surgen así el pasado, el presente y el porvenir de este insólito hogar que nos fue regalado. Báculo, espada o cetro, la alargada franja americana de Chile se prolonga, en el espectro de los climas y de la geografía, hasta el polo austral en más de setenta grados de latitud, descolgándose por el meridiano 70º. Si medimos desde Arica al Cabo de Hornos, tal distancia es la que va desde Lisboa a Moscú o desde Londres a Bagdad. Pero si se traslada la separación que hay desde el Polo Sur hasta donde la república se encuentra con el Perú y Bolivia, entonces el abrazo cubre desde Tokio a Jerusalén o desde Buenos Aires a Canadá. Son 2.006.096 km2 de superficie, enraizado sen tres continentes. Rapa Nui o Isla de Pascua, la avanzada más oriental de Oceanía, el inmenso territorio antártico y el extremo austral de América, con 756.096 km2. En tan extenso suelo viven poco más de quince millones de habitantes, llegados a estos confines desde hace más de 150 siglos. Pareciera que desde entonces la admiración y la reflexión no cesan. Eso manifiestan, de un extremo a otro, las pinturas rupestres; en ellas surgen inmensos cetáceos, intrépidas embarcaciones, manos inteligentes, colosales personajes parecidos a astronautas, llamas, leones, avestruces y formas simbólicas lanzadas con trazos atrevidos en rocas y laderas. A ello ahora se suma el pensamiento y el arte que los actuales vivientes muestran en creaciones musicales y arquitectónicas, literatura y fotografía, teatro y ciencias, ingeniería y matemática, pintura y escultura. Chile continúa siendo un espléndido sueño, como una palpitante realidad llena de sorpresas. Así lo ven los descendientes de los que llegaron primero, seguidos por hispanos, alemanes, ingleses, croatas, chinos, franceses, palestinos, hindúes, coreanos y prójimos de otras naciones, encontrando aquí un maravilloso lugar donde asentar su tienda y criar sus niños. Este suelo es como una estrella y tiene algo de la Madre única. Desde lo hondo, el planeta respira y se contorsiona por lomos y valles de esta cuna. Agua, aire y tierra a veces embravecen, se secan, duelen y surgen lágrimas causadas por los mismos hombres. El Océano Pacífico, que palmotea el poniente de América, el oriente de Asia, Filipinas y Australia y parte del norte de la Antártica, lame miles de kilómetros en los pliegues de nuestras costas e islas. Allí, el reventar y morir del oleaje va acompañado por el aleteo de millones de aves, danza de lagas y focas, silencio escurridizo de peces, delfines y ballenas, y la filarmonía de los vientos. Todavía en este suelo hay filos, acantilados y glaciares en los que el hombre jamás acercó al pie, mientras el guanaco y el águila, mientras el guanaco y el águila, el huemul y el cóndor los recorren con sus pupilas y sigilo. Al norte, el “candelabro”, gigante de los cactus, señala rumbos al viajero altiplánico. Hacia el extremo opuesto, la torre verde del antiguo alerce, algunos de cuyos ejemplares hoy vivientes comenzaron a elevarse aún antes de que Abraham partiera desde Ur de Caldea a la Tierra Prometida, conoció a los que llegaron primero a nuestro sur. La pacífica palma, reina de montes y valles centrales, es otra de las plantas que invadieron esta larguísima tierra, que hace millones de años emergió airosa del agua profunda. Florece el desierto, se despeñan ríos, aparece la fantástica silueta de un volcán en este dominio de cordilleras y archipiélagos. El hombre contempla y queda atónito. Al despertar del día, se encienden blancas siluetas en la altura. Más allá, distancias de selvas y azules de aguas. Puestas de sol y crepúsculos con acompañamientos de grillos. Toca asomarse a la noche; entonces comienzan a parpadear los ojos del orbe en los cielos de Chile con tal limpieza que ello ha llevado a levantar los observatorios más avanzados del mundo para hurgar el universo. He aquí que Chile también se vuelve una ventana al cosmos. Además, es un país donde Gabriela Mistral, Pablo Neruda y el Padre Hurtado enseñaron a gustar el gesto humano, el aire, la llama de estas páginas. Hubo quienes, antes que los autores de este libro, corrieran el riesgo de hallar el país del fin del mundo. Los primeros, desconocidos transhumantes seguidos en sendas milenarias por yámanas, selknam, tehuelches, kawashkar, chonos, cofqueches, mapuches, diaguitas, atacameños y otros hasta que, con Magallanes en 1520, pasan los primeros europeos. Se avecinan paulatinamente gentes de toda la Tierra, destacando descubrimientos que extasiaron, entre muchos, a Darwin, Agostini, Philippi o Vicente Pérez Rosales. Hasta hoy quienes llegan son millones provenientes de todo el globo para conocer algo de lo mucho que en nuestra nación aún se puede admirar. Podría agonizar este país de ensueño porque también la inmensidad es frágil cuando se quiebra la armonía qu

Ficha Técnica
I.S.B.N.:
9789562340716
Editorial:
Origo
E-Book:
Categorías:
Última edición:
20/9/2007
Páginas:
160
Peso:
1406 gr.
Formato:

A CONFIRMAR
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Sobre el autor


Margarita Aguirre, Isabel

Cereceda, Pilar